De nada anoche sirvió
tanta hoguera por el barrio.
De nada este mediodía
perseguirlos a caballo,
tirando cientos de cohetes
con intención de asustarlos.
De nada salir la Banda
con su música llamándolos.
De nada que el pueblo entero
correteara buscándolos,
con puestos de avisadores
en balcones y tejados.
Santo, Santo, Sebastián,
esos malditos romanos
habrán muerto de su muerte:
a espada o envenenados.