Se hizo viral hace unos meses un vídeo de Úrsula Corberó al recoger un premio. La razón: se dio las gracias a sí misma por ser tan curranta. Me sorprendió, para bien, la aceptación de su discurso, porque lo general en estos casos es que se acuse a la supuesta privilegiada, en este caso una actriz, de ser ególatra, de haber tenido suerte, de no saber lo que es currar, o de no merecerlo en concreto o de ser una imbécil en general. Me gustó que se entendiera el mensaje: detrás de todo éxito, por muy fortuito que parezca, hay un trabajo que no se ve.
Supongo que una ventaja de las redes y lo que saturan de información es que, al final, hay otras cosas que calan. Por exceso de cara pública, se tiende a mostrar la cara oculta. En un mundo donde todo el mundo finge un éxito que muchas veces no se tiene, los que supuestamente sí lo poseen han empezado a reflejar que no es oro todo lo que reluce, a mostrar entrenamientos, procesos, a hablar de salud mental, a grabarse cuando, sin razón aparente, han llorado toda la mañana. También se ha empezado a dialogar sobre eso que daba tanta vergüenza como hablar de dinero —ya no da tanta, y me pregunto si ambos fenómenos estarán relacionados— que es la precariedad, la incertidumbre, el agotamiento, el esfuerzo que cuesta todo, los diez fracasos que facilitan que exista un éxito.
Porque resulta que, aunque el ascensor social propiciado por la meritocracia está lejos de ser perfecto, existe. No podemos negar que alguien que tiene la familia adecuada, el colchón económico y los contactos lo tiene más fácil; de hecho, los que suelen negarlo son precisamente aquellos que lo tienen. Pero, si no lo tienes, cuentas con tu talento, un poco de suerte y mucho esfuerzo. En ese esfuerzo no sólo cuenta el trabajo que tú tengas que poner, sino también el de sobreponerse a la frustración de no conseguir, o de ver cómo otros que quizá hayan trabajado menos o tengan menos talento pasan por delante por circunstancias que nadie puede controlar. A menudo se sobredimensiona el valor de la suerte en lo que se ha conseguido. Aunque haya habido suerte, una gran parte del éxito, el que sea, dedícatelo a ti, por lo curranta que eres; di que sí, Úrsula Corberó.
También hubo cierta polémica porque se dijo que la meritocracia no existe. Bueno, si uno piensa que la meritocracia significa que si tienes talento y te esfuerzas lo conseguirás a la primera, es cierto: no existe. Sólo unos pocos tienen éxito a la primera y, más importante, lo conservan después. Pero también es verdad que las cosas que se consiguen en un camino serpenteante y lleno de obstáculos, es decir, las inesperadas, están ahí y suelen ser maravillosas. Quiero pensar que es una suerte de meritocracia y que, quien la conoce, tiene todo el derecho del mundo a dedicarse, por curranta, todo lo logrado.