Todos somos generosos. Con todo lo que ha estado pasando en los últimos tiempos —Dios nos libre de vivir tiempos interesantes—, me he preguntado lo siguiente: «si toda la humanidad pudiera tomar unánimemente la decisión de ser de una forma concreta, ¿qué forma tendría que adoptar para resolver el mayor número de conflictos y problemas?».
Le he dado muchas vueltas, y me parece que lo que más vidas podría mejorar es que todos, a la vez, decidiéramos ser generosos. El mundo se vuelve oscuro cuando la esencia del comportamiento aceptado se basa en el egoísmo y, sin embargo, si lo que prima es la generosidad, todo mejora de manera sustancial. El ser generoso favorece la empatía propia y ajena. Quizá es al revés, pero la empatía por ella misma, sin acción que la acompañe, sirve de poco.
Todos llevamos un generoso dentro; mucha gente sería generosa de no ser por el miedo que genera el hecho de que, de serlo, se aprovechen de uno. Todos tenemos alguna anécdota en la que se han aprovechado de nuestra generosidad porque han confundido nuestra bondad o nuestras ganas de ayudar con el que seamos tontos. Si tuviéramos la seguridad total de que el de enfrente no va a ser aprovechado y egoísta, estoy segura de que todos seríamos más generosos y, por lo tanto, el mundo sería mejor.
Siempre he pensado que somos un país generoso, si bien es cierto que vivimos bajo un sistema que en ese sentido nos ha garantizado una cierta correspondencia, ya que obliga a que seamos generosos a la vez: los impuestos pagan educación o sanidad de quien lo necesita, el sistema de donación de órganos es anónimo y equidistante…
En los últimos tiempos me preocupaba que los neoliberales, con su ley del más fuerte, con su juego trucado de la meritocracia (que todos sabemos que no funciona de manera equilibrada, ¿verdad?), con su obsesión con desacreditar el pago de impuestos o desmontar el estado de bienestar, estuvieran ganando la partida de la opinión pública, y por lo tanto, convirtiendo al mundo en lo más contrario a lo generoso. Me da miedo, eso. No quiero envejecer en una sociedad que convierta a los abusones de toda la vida en el modelo a seguir. Para mi tranquilidad, el apagón del lunes tuvo un puñado de tragedias, pero no fueron a más gracias a la generosidad y al civismo de la gente. Las historias de personas ayudando a otras personas se han sucedido: voluntarios dirigiendo el tráfico para que no hubiera accidentes por los semáforos apagados, conductores que llevaban a los que se habían quedado tirados, anónimos que tenían efectivo y se lo dejaban a quien lo necesitara para comprar la última barra de pan o repostar el coche sin pensar en la devolución, gente que tenía un transistor y lo sacaba a la calle para que el resto no estuviera desinformado… Todo eso demuestra que la generosidad es un superpoder que desaprovechamos.
¿Y tú? ¿Qué decisión unánime crees que mejoraría el mundo?