Hace poco, me comentaron que, dentro del feminismo, la vertiente regulacionista de la prostitución (y de los vientres de alquiler, porque parece que va junto), está ganando la partida al abolicionismo, y esto me dejó bastante patidifusa porque, entiendo, va en contra del principio básico del feminismo: la idea loca de que las mujeres somos personas.
Explicaré de forma sencilla mi punto de vista. A lo largo de toda la historia, la mujer ha sido tratada como un producto, esto es, un objeto que se puede intercambiar, vender, que sirve para cerrar tratos, para ser explotado, etc. Un objeto, por definición, es algo deshumanizado, por lo tanto, que la persona sea un producto deshumaniza a la persona. Producto debe ser lo que producimos, no las personas. Creo que esto es un concepto básico que puede resumirse en aquello de que, si al entrar en una discoteca no pagas entrada, es que eres lo que compran los que sí están pagando.
Con la irrupción del neoliberalismo salvaje en nuestras vidas y con las redes sociales como apoyo, se nos ha convencido de que el producto podemos ser nosotros, sin producir, y me sorprende que nadie se haya dado cuenta de la deshumanización que conlleva cuando ya hemos visto cómo se deshumaniza a cualquiera que vaya a vender su vida a cambio de un dinero a cualquier plató de televisión. Si alguien vende su vida, tenemos derecho a criticarlo, humillarlo y opinar porque, de alguna manera, ha convertido su vida en un objeto, en un producto, y eso lo deshumaniza. Con un objeto podemos hacer lo que nos de la gana. Eso es exactamente lo que ha causado que la mujer no sea vista como un ser humano, que se la vea como una moneda. Observad a la cantidad de influencers neoliberales que hablan de tener mujeres al mismo nivel que de tener coches. No es un discurso gratuito.
Más allá de las mafias y el esclavismo de la trata (que me parece la razón fundamental para ser abolicionista), fijémonos en las que, supuestamente, son provilegiadas porque pueden elegir a sus clientes o porque ganan mucho dinero, y que son en muchos casos las abanderadas del regulacionismo. Dicen que son feministas porque, por el contrario, las abolicionistas estamos diciéndoles una vez más a las mujeres lo que hacer con su cuerpo. Desde luego es una forma de verlo, pero sesgada, ya que no están teniendo en cuenta que, en el mismo momento en que se convierten en un producto, dan carta blanca a la violencia contra la mujer. La violencia contra la mujer se basa en el sentido de posesión, y no se puede poseer a las personas, pero sí a los objetos. Si tú te conviertes en un objeto, aunque sea de manera voluntaria, estás acreditando a los que no te van a considerar un ser humano, sino algo que desear, que poseer o con lo que mercadear. Y eso, lo siento, pero va en contra del principio fundamental del feminismo.