El síndrome metabólico es una de las grandes amenazas silenciosas para la salud pública en el siglo XXI. Se trata de un conjunto de factores de riesgo que, cuando se presentan de forma conjunta, multiplican el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y diabetes tipo 2, dos de las principales causas de morbilidad y mortalidad en el mundo desarrollado.
Este síndrome se diagnostica cuando una persona presenta al menos tres de los siguientes cinco criterios: obesidad abdominal, hipertensión arterial, niveles elevados de glucosa en ayunas, niveles altos de triglicéridos y niveles bajos de colesterol HDL. Lo preocupante es que, por separado, estos factores pueden pasar desapercibidos, pero su coexistencia aumenta exponencialmente el riesgo para la salud.
Las causas del síndrome metabólico están íntimamente relacionadas con el estilo de vida. El sedentarismo, una dieta desequilibrada rica en grasas saturadas y azúcares, el estrés crónico, el tabaquismo y el consumo excesivo de alcohol son los principales responsables de su aparición. Además, hay una predisposición genética, por lo que las personas con antecedentes familiares deben extremar la vigilancia.
La buena noticia es que el síndrome metabólico es prevenible y, en muchos casos, reversible. La clave está en la modificación de los hábitos de vida. Adoptar una alimentación saludable basada en productos frescos, integrales y bajos en sal; practicar ejercicio físico regular; abandonar el tabaco y el alcohol; y mantener un peso corporal adecuado son las mejores estrategias para combatirlo.
En este contexto, el farmacéutico comunitario juega un papel fundamental. Su cercanía y accesibilidad lo convierten en un agente sanitario estratégico para la detección precoz y el seguimiento de factores de riesgo. Mediante campañas de concienciación, controles periódicos de tensión arterial y glucosa, y un adecuado consejo sanitario, el farmacéutico puede contribuir de forma significativa a la prevención del síndrome metabólico.
La lucha contra esta condición no solo debe centrarse en el ámbito clínico, sino que requiere una estrategia multidisciplinar y de educación sanitaria que empodere al paciente y lo convierta en protagonista de su propia salud.
Pablo Corella Hervás
Farmacéutico comunitario de Almagro